Luis E. Rivera Abadía
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Cronicas de Guerra no muy heroícas que digamos
 
En el año 1965 Estados Unidos estaba completamente inmerso en el conflicto de Indochina. La máxima autoridad militar de la época, el General William Westmoreland solicitó incrementar el número de efectivos militares a 200,000 y comenzaron los bombardeos sobre la región de Da Nang, en lo que se conoció como la operación ‘’Rolling Thunder’’.Una escalada militar sin precendentes se inicia con estos acontecimientos en la que hubo momentos en el que más de medio millón de soldados norteamericanos peleaban en el conflicto, incluyendo cientos de puertorriqueños.
 
Allá en la calle Quiñones ni siquiera sabíamos donde rayos quedaba Da Nang, Laos, Camboya y mucho menos quién carajos era Ho Chi Mihn. Nuestra vida transcurría sencilla, frugal y sin muchas preocupaciones. En un abrir y cerrar de ojos todo cambió y nosotros un puñado de jíbaros que nunca habíamos salido de Naguabo salvo al vecino pueblo de Humacao a comprar zapatos, nos encaminabamos a pelear al otro lado del mundo. Recién celebrado nuestro cumpleaños 17, llenábamos una forma en inglés en la Oficina de Reclutamiento( el reclutarse era obligatorio) en donde se incluían datos personales como dirección, números telefónicos , composición familiar ect. y lo mas importante, el número de seguro social. Había una lotería mensual con los dichosos números del seguro social, a los agraciados se les enviaba derechito a entrenamiento militar de apenas dos meses en Fort Jackson North Carolina y de ahí a Viet Nam.
 
Blue Rivera un newyorican( boricua nacido en EU), definitivamente tuvo la estadía más placentera que puertorriqueño alguno haya tenido en Viet Nam. Acabando de llegar a Camboya en un convoy de camiones, ingresa a un poblado y se sucita un ataque del Viet Cong. En la confusión y el corre corrre por los disparos, los soldados americanos tomados desprevenidos tienen que escapar en retirada del poblado no sin antes sufrir algunas bajas. Pero se les olvida el puertorro que se había bajado minutos antes de uno de los camiones a realizar una necesidad biofísica y lo abandonan en el lugar. Blue era un espíritu libre y no tenía la menor intención de reportarse con premura a su compañía, así que se quedó en el poblado visitando todos los antros de lenocinio y arrebatándose con marihuana. Por suerte, en sus visitas a los burdeles nunca encontró una de esas prostitutas que se rumoraban ponían vidrios en sus vaginas. Blue regresa después de 5 meses a su compañía para sorpresa de sus compañeros y oficiales que lo hacían muerto o prisionero del Viet Cong.El hombre tenía suerte, su trabajo militar era de infantero pero dentro del pandemonium siempre existente lo asignaron por equivocación de cocinero y no tuvo que hacer trabajo de patrullaje ni nada de eso. Meses más tarde vuelve a desaparecer del campamento militar y se dedica a viajar por la zona desmilitarizada del país. Actualmente se desempeña como maestro en una escuela pública de Naguabo.
 
Carmelo Colón llegó a Viet Nam y no tuvo tanta suerte como Blue. Ni siquiera se habían repartido los rifles M-16A1 a los novatos recién llegados como él..cuando comienza una balacera y fuego de mortero sobre el campamento en el que estaban acuartelados. Carmelo cuenta que en esos momentos pensaba’’Bendito sea Dios viajar desde tan lejos hasta aquí y estos hijos de puta americanos ni una pistolita me han dado para defenderme, que manera más pendeja de morir.’’ Pudo sobrevivir ese y otros ataques y hoy día es director de una escuela en Naguabo.
 
Francisco Rivas y el platoon al que pertenecía recibieron orden de reemplazar unos soldados que hacía días trataban de tomar una colina con poco o ningún éxito. Los soldados bajaban en hilera sumamente maltrechos, sucios, heridos y por supuesto otros tantos en bolsas negras. La escena agudiza el pánico de Rivas el que nerviosamente le pregunta a un desaliñado soldado boricua que baja de la colina con su M-16 en mano, dos cargadores y en la bandolera municiones para la M-60 de su unidad. . ___Hey brother, cómo está eso allá arriba?, pregunta Rivas con gesto de preocupación A lo que el soldado jadeando por los calambres en las piernas y la vista nublada le responde lapidariamente. ___Brother prepárese, van a botar pedos por el bicho(pene). No sé si le sucedió lo que predijo el otro puertorro, pero Rivas vive apaciblemente en su casita en la Playa Húcares, disfrutando de la paz que proporciona el azul del Mar Caribe y feliz con su pensión de maestro jubilado.
 
Ni los músicos se salvaron, a los Morales también se los llevaron. Pero contrario a los demás jamás contaron historia alguna. Regresaron con los ojos como si toda la sangre del cuerpo se hubiese alojado en sus órganos visuales, ¡aquellos sí que eran ojos rojos, ni el mismísimo Diablo los tenía tan encendidos! Todo lo que hacían era beber ron en el negocio del Lucky Seven hasta sumirse en la inconciencia. Después de algunas visitas al hospital de Veteranos para bregar con su problema de alcoholismo junto a otro músico que pertenecia a las fuerzas especiales Rangers formaron una orquesta. El menor de ellos, Joe Morales, compuso un guaguancó que rezaba as;
 
Quién puede encontrar felicidad Cuando hay tristeza Quien puede hablar de amor Cuando hay traición Quién canta un guaguancó Donde no existe el sol Se acaba este mundo Mundo, mundo cruel Que fue de la divina paz Y la felicidad que tanto anhelo Que si China comunista Rusia por otro lado La nación americana Todas las grandes potencias Quieren el poder mundial Pero si siguen así las cosas Oye este mundo se va acabar.
 
Es obvio que la guerra influyó en su manera de componer.
 
Gilberto Serrano cuenta que sólo escuchó un disparo en toda la guerra, estaban de patrulla, suena un tiro y se desmaya dentro del arrozal. Es enviado a casa después de unos agónicos meses en un hospital con los nervios destrozados. Es que en verdad hay que ser bastante inconciente para llevar a la guerra a un muchacho que era el presidente de JAC( Juventud Acción Católica) y que su caminar decía ‘’soy marica, ¿acaso no lo notas?’’ Recuerdo haberlo visto en la Universidad quedarse en estado catatónico por horas dentro de un salón…fue de los más afectados. Al menos con la pensión para veteranos del Tío Sam pudo costear sus estudios de contabilidad.
 
Viet Nam fue una guerra sucia y los boobie traps eran utilizados por la guerrilla todo el tiempo.Cada pulgada de tierra vietnamita podía matarte o mutilarte. Bueno, alguien dijo en cierta ocasión que en la guerra y el amor, todo es válido. Además quién les dijo a uds. que hay que tratar con papelitos a unos hijos de perra que te disparan con Nalpam, violan tus mujeres y masacran tus aldeas. La sola idea de que una estaca untada de excrementos te atravesara una pierna y se te gangrenara o que un látigo de bambú repleto de púas te cercenara a la mitad era aterradora. También enterraban un proyectil en el suelo de manera que sólo sobresaliera la punta y el fulminante lo apoyaban sobre un clavo, un pisotón podía disparar el cartucho, cuya bala le atravesaba el pie o la cabeza de la víctima.
 
Papo Maldonado no perdió dos dedos con una de esas trampas, los perdió después que el soldado que iba frente a él tropezó con un alambre que tenía una granada atada al final, la expasión de los fragmentos de metralla le alcanzaron y los perdió. El hombre tenía gran sentido del humor, expresaba que cuando la guerra acabara regresaría por los dos dedos que dejo en Nam.
 
Queda meridianamente claro que ninguno de los actos aquí relatados deban ser merecedores de una medalla del Congreso norteamericano o de algún tipo de reconocimiento por los macaracachimbas en el Pentágono. Todos eran muchachos pobres de una barriada en un país tercermundista. Fueron llamados y obligados a pelear una guerra que no era de ellos, a ofrendar su sangre en un conflicto antipático ante los ojos del resto de la humanidad. Arrancados de sus familias y seres amados para participar de unas acciones bélicas a todas luces inmorales. Así que no había orgullo patrio que salvaguardar, cero sentimientos nacionalistas en los que pudiesen apoyarse, no existía motivación o deseo alguno para estar allí. Después de todo cuando tienes apenas 22 años y estás metido en esa puta jungla, tratas solamente de sobrevivir a como dé lugar. Esperas con ansiedad el día en que regresarás a tu verde valle, a las blancas arenas de la costa, añoras irte de rumba y bohemia al Mariana’s Night Club los sábados en la noche para deleitarte con el cadencioso movimiento de las caderas de una mulata antillana cuando baila guaguancó.
 
 
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