Luis E. Rivera Abadía
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Sobre uno de los guapos del pueblo  

Tocaba la Sonora Ponceña. Luigi Texidor secaba el sudor de su frente con la toalla blanca que siempre utilizaba para esos menesteres. Recuerdo que soneaba '' Boranda cuando no pueda más me pongo a vender malanga''. La hermosa rubia que acompañaba al cantante, desde la parte baja del templete de madera, le sonreía.
 

Las adolescentes daban vueltas por la plaza enfundadas en sus ''bell bottoms a la cadera marca American Jeans que exibían algunos parchos. Otras mostraban sus encantos con minifaldas que dejaban poco o nada a la imaginación. Los muchachos con melenas hasta el hombro, zapatacones de tres pulgadas de alto, african looks muy lustrosos cortesía del afro sheen de Don Cornilius y Soul Train. Por supuesto, la peinilla con el puño símbolo del poder negro labrada en el mango e incrustada en medio de los afros, que más bien parecían colmenas de abejas que otra cosa.
 

Había un acre olor en el aire, producto de la pólvora de los recién lanzados fuegos artificiales, la basura putrefacta apiñada en los safacones de metal , el fermento de las cervezas, Corona e India y por la cannabis sativa que algunos chicos encendían a escondidas al amparo de las sombras detrás de la Iglesia Católica.
 

Como casi siempre pasa en las patronales, un nutrido grupo de personas comenzaron a arremolinarse frente al kiosko de los baloncelistas a presenciar lo que parecía un pelea. En el suelo yacía con una herida punzante cercana al corazón, un hombre de algunos treinta y tantos años y más de seis pies de estatura. Sus amigos le ayudaban a incorporarse para llevarlo al hospital, mientras que él mascullaba entre el dolor , la rabia y la impotencia que donde quiere que encontrara a su agresor lo mataría. No, el herido, no era baloncelista, era Agapito, uno de los guapos del pueblo.
 

Hay una justa retribución contenida en las leyes universales en cuanto a lo que hacemos en este plano, ya sea bueno o malo. La violencia siempre alcanzará en su forma más brutal a aquellos que hacen de la misma un culto de vida. Agapito era un abusador, entre sus proezas más memorables estaba el haber golpeado inmisericordemente al Gordo Karkil en en el billar de José Rivera con un taco de billar. Acostumbra agredir fisica y verbalmente a los que con él jugaban dominós o barajas, cuando le iba mal en el juego y perdía dinero. Como suele suceder con los guapos, sus agresiones siempre estaban dirigidas a personas más débiles.
 

Con toda y su fama de guapo, el carácter y personalidad de granito de Agapito, parecían tener una fisura por la cual se dejaba entrever un secreto que amenazaba con manchar su reputación de hombre de pelo en pecho. La persona que amenazaba su status de macho era Colchón.
 

Colchón el célebre ''hombre de goma'' exacerbaba al guapo cada vez que coincidían en alguna barra. Era un misterio el por qué despues de algunas canecas de Ron Llave, Colchón comenzaba a increpar a Agapito a voz en cuello gritando ¡ ''Agapito, yo hombre y tú...mujer! Lo cual provocaba la ira del guapo el cual golpeaba a Colchón hasta sumirlo en la inconciencia. De hecho el apodo de ''hombre de goma'' le fue dado a Colchón luego que Agapito lo lanzara desde el segundo piso de la Pizzeria de Joe y este se levantara como si nada e insultando al guapo con su célebre frase ¡Agapito, yo hombre y tú... mujer.
 

Cholo García era un joven veterano del concflicto de Viet- Nam, uno de los pocos que había regresado sin rasguños ya fuesen físicos o emocionales de la guerra. Era un gran baloncelista, con excelente manejo del balón y una innata habilidad para hacer pases por los cuales era famoso. Era considerado por muchos como el mejor ''point guard'' del pueblo.
 

El día de la pelea se hacía acompañar de una guapa mulata recién llegada de Santa Cruz, la cual parecía ser la manzana de la discordia. Pasando frente al kiosko de los baloncelistas, Agapito comienza a insultar a la chica y a lanzar improperios, también amenazando con golpearla; el hombre estaba mordido porque la mulata en cuestión lo había abandonado por Cholo.
 

El guapo en esta ocasión mascó más de lo que podía tragar. Sus más de seis pies y doscientos treinta libras no intimidaron a el veterano que decidió encarar al atrevido. Agapito subestimó a Cholo, el hombre había pasado tres años de su vida metido en una lluviosa jungla del sureste asiático con la muerte colgando del cuello, dentro de pantonosos arrozales y con esa enervante sensación que de la adrenalina surge cuando estás en peligro y que disipa el miedo o temor a nada ni nadie. Después de tres años de selva, infierno, balas, boobie traps y bolsas negras, pelear con un bocón no era nada.
 

La pelea, sería a los puños, pero Agapito con toda y su corpulencia , buscando ventaja, se arma con una silla de madera. Fue entonces que desde el kiosko de los baloncelistas, emerge una cuchilla plegable que pasó por tres pares de manos, hasta llegar a Chlolo que sin mediar palabra le hunde metal con fuerza, el cual detiene su doloroso recorrido al tropezar con las costillas del guapo.
 

No se efectuó ningún arresto porque nadie nada vió, y como bien sabemos las jodederas de la calle, en la calle se arreglan.
 

Las Fiestas a la Virgen del Rosario continuaron sin más incidentes por ese día. Los machineros continuaban tratando de llevarse a la cama algunas de las chicas que bajo el efecto de la cannabis se animaban a pedir taquillas gratis para los artefactos, algún desafortunado joven buscaba con denuedo su Pontiac GTO 1967, que había estacionado al lado de la Iglesia, sin saber que ya estaba desmantelado en la carrtera que conduce del Barrio Florida al Yunque. Los bailadores, Papirín, Ada la Prieta, Faelo, Mañon, al ritmo de la Sonora, sudando y practicando los pasos de San Son Batalla, y Papito Jala Jala.
 

Las lluvias nacidas en la Montaña del Dios Huracán y que incesantes suelen caer en nuestro pueblo, fueron borrando el recuerdo de los incidentes de esa noche de octubre. El veterano regresó a su rutina diaria conformada por el baloncesto, los bailes de salsa en el Marianas y el Real Palmas y uno que otro arrebato de cannabis sativa y Vino El Pavo.
 

Casi terminado el periódo navideño , mientras Cholo caminaba hacia la cancha Alejandro Williams, un Chevrolet 57 a exceso de velocidad casi lo arrolla a no ser por sus buenos reflejos atléticos... ¿el conductor? Agapito Batata buscando revancha por la puñada infligida hacía ya 3 meses. En dos posteriores ocasiones, la escena se repitió, cuando se es macho hay que hacer valer la hombría a como de lugar.
 

Bien temprano, una mañana de domingo, cuando la calle Juan R. Garzot hervía de personas que llegaban de los doce barrios que conforman nuestro pueblo para vender o comprar en la Plaza del Mercado la cual se hacía demasiado pequeña y había que tirar la verdura en medio de la calle, los García fueron a visitar al guapo.
 

____¡ Agapito, sal y arreglemos esta pendejá de una vez por todas... hoy dejaremos este asunto en cero!
 

El guapo no se atrevio salir, al ver a Kimbo, Chepo, Ángel y Cholo, que como locos casi le tumban la puerta.
 

Le decían entre otras cosas que si era hombre de verdad, subiera a la carretera militar donde le estarían esperando para que sostuviera un apelea con Cholo a los puños, como debió ser desde un principio. Agregaban que si tenía miedo porque ellos eran cuatro, que buscara algunos de sus panas y subiera hasta la militar para dejar la controversia de la puñalada y la mulata en cero y resuelta.
 

El hombre aceptó el reto, apareció en la militar con Pollo Perez un muchacho que fue en varias ocasiones campeón nacional welter y con mi tío Cheo Abadías, un negro enorme de seis pies cuatro pulgadas y atleta de varios deportes.
 

Pelearon, no sin antes que Quimbo , que era guardia estatal le recordara a Agapito, que no importando el resultado de la reyerta, luego de finalizada la misma no intentaría nada más en contra de su hermano. También juro por su madre y todos los Santos en el Almanaque Bristol y en El Vaticano; que le si volvía con la jodedera después de la pelea, le metería tantos plomos en el cuerpo que a la hora de ser enterrado necesitarían una grúa para levantar el ataúd por el peso extra del plomo.
 

La pelea fue desigual, un hombre corpulento como Agapito no pudo con las destrezas boxísticas de Cholo, estámina y velocidad. El guapo no pudo golpearlo en ningn momento y Cholo con el jab, esguinces y fintas pudo sacarlo de balance por completo y lo golpeó a gusto y gana con combinaciones a la cara y cuerpo.
 

____¡ Puñeta, si no se moviera tanto podría darle un buen cantazo!, gritaba jadeante por los golpes y el cansancio, frutrado por no poder acabar la pelea de un sólo golpe.
El guapo cae en deduda de óxigeno y no puede terminar el pleito, eventualmente aceptando la derrota.
 

Perder en tres ocasiones con Cholo, no fue lo peor que le sucedió. Los que viven a la sombra de la ridiculez de ser temidos, cuando caen y pierden el respeto de los demás y ya no pueden utilizar la intimidación como arma, pasan de victimarios a víctimas.
 

Una de sus víctimas, el Gordo Karkil durante una partida de dominós en la que nuestro héroe participaba, armado de un martillo, le propinó varios golpes en el cráneo que enviaron al guapo en estado comatoso a Centro Médico. Luego del colorido evento, nadie se dejaba amedrentar del guapo. El pálido y enjuto borracho al que en una ocasión lanzó desde el segundo piso de la Pizzeria, ya no se refugiaba en los estupores del alcohol o la droga para gritarle a voz en cuello, ¡ Agapito, yo hombre y tú... mujer!
 
©opy®ight
 
Luis Edgardo Rivera Abadía
 
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