Luis E. Rivera Abadía
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Sobre la heroína
 
Escapar era una manera fácil de no afrontar responsabilidades en la subcultura de arrabal y de pueblo pequeño, la evasión era el mecanismo con el que intentábamos enmascarar la crudeza y la fealdad de la vida. No queríamos afrontar el hecho de no ser fisicamente atractivos, que siempre nos faltaba el dinero o que no podíamos asistir a una institución de enseñanza superior y lograr un título académico por falta de neurónas sabias y entendidas. Algunos podrán pensar que inyectarse fármacos, inhalar o fumar yerbas y polvos quimicamente adulterados es una excusa baladí y trivial que en nada ayuda a deshacernos de nuestros propios demonios. Pero compadre, no todos asistimos a la reunión pautada en este plano provistos con las mismas herramientas espirituales sociales, morales y económicas, entonces nos queda… aprender las lecciones de la manera más difícil… caemos, nos levantamos y volvemos a caer… y de cuando en vez utilizamos el escape que proven las drogas antisociales. En mi comunidad siempre andábamos escapando, del guardia, de la pobreza, de la injusticia social donde se nos encajonaba, tambien huíamos de nosotros mismos en una madeja de laberintos, que siempre terminaban en cárceles, hospitales y por ultimo en la mas abyecta de las soledades cuando nuestras sienes se poblaban de arrugas y ocasos.

Las drogas sicodélicas eran la orden del día en mi generación, había un tirador para cada clase de ellas, ácido de escama, purple haze, angel dust, marifinga o hachís. Algunos juraban haber visto notas musicales saliendo de las bocinas de sus estéreos después de un viaje con LSD, a Jesucristo, al Diablo y uno que otro pudo ver una guagua escolar del tamaño la Plaza de Recreo , que es la tercera en tamaño en los 78 municipios de nuestra Isla. Si vieron o no vieron juro que lo cuento como me lo contaron.

En los 60, los cines estaban dentro del mismo pueblo y no en Centros Comerciales como ahora, el de nuestro pueblo estaba ubicado en la calle Ruiz Belvis, justo detrás de la plaza. La función comenzaba a las 7:00PM por el toque de queda implantado por las autoridades de la época, Las campanadas del reloj del ayuntamiento enviaban a todos los menores de 18 años a dormir no más tarde de las 9:30PM. Cabullita, el guardia estatal más temido se encargaba de llevar a son de Diana hasta el cuartel a los infractores.

Unos veteranos recien llegados de Viet Nam y vecinos míos decidieron ver la película de Johnny Weismuller alias Tarzán con un poco de LSD en la cabeza. Fueron derechito al punto en mitad de la Plaza donde el ácido de escama se vendía mas rápido que caramelo en portón de escuela y trajeron consigo 4 o 5 cartones con la codiciada gota encima. Luego de su compra sicodelica y de yellow submarine intercambiaron saludos con los que jugaban billar en el negocio de Carmelo y prosiguieron hasta el cine.

Olvídese del Pop Corn, mampostiales,Wrigleys Jucy Fruit, ardillitas, gofio, josiquitos tirijala, o los refrescos Royal Crown en aquel cine.Todo éso había que comprarlo en la famosa tienda de Palillo, un señor sesentón de bigotes a lo Salvador Dalí y pelo lacio negro muy brillante que nos hacía recordar el anuncio de la radio de Brillantina Alka y su peinilla, su peinilla y Brillantina Alka. No sé cómo rayos hacía aquel don de mas de 60 años para tener un pelo tan negro que era la envidia de Jorge Negrete, porque dudo mucho que en esa época existiesen los tintes de pelo para hombres.

La especialidad del negocio de Palillo eran los limbers de frambuesa metidos en un cono, 5 limbers por la misma cantidad de centavos. La mayoría de los adolescentes preferíamos comprar esa delicia de la inventiva boricua a la Royal Crown americanas o el Coco Rico refresco oriundo de Naguabo… obviamente por el precio.

Próxima a comenzar la tanda y ya terminados los avances de películas donde unos vaqueros norteamericanos disparaban hasta 100 balas con un revolver de 6 tiros y en las cuales nadie sangraba por los impactos de bala, llegaron los veteranos después de haberle hecho la visita de rutina a Palillo. Traían consigo 3 conos con los famosos limbers y compartieron uno con el negro Jeve.


En la fila frente a los veteranos, muy atentos al Tarzán blanco y atlético que por algún extraño designio se había hecho rey y dueño de la selva, los negros y los animales que por milenios la habitaban, se encontraban algunos amigos mios del deporte. Georgie Nieves, boxeador peso ligero y corredor de medio fondo, Makarcindo Gonzalez baloncelista, excelente tirador a distancia y corredor de medio fondo también, el negro Jeve y Cholo García, un tremendo manejador de balón y point guard. Se decía que Cholo poseía un ojo detrás de la nuca, hacía unos pases ciegos de maravilla, su visión periferal era extraordinaria.


La película seguía su curso y mientras Tarzán luchaba con cocodrilos, mataba leones , se lanzaba de las alturas nadando mas rápido que un torpedo y salvaba a Jane por vez número 400, nuestro panita Jeve comenzó a reir de forma nerviosa y descontralada. En lugar de atender las acrobacias de Weissmuller en los árboles, miraba a Georgie Nieves y reía a carcajadas como poseido por algun espíritu impuro. Nadie sabía lo que le pasaba al hombre, pero a Georgie Nieves el asunto no le pareció gracioso de manera alguna, se estaba burlando de él en forma descarada. El boxeador estaba considerando muy seriamente aplicarle un gancho a las costillas y terminar con la estupidez de Jeve. Con ese golpe había noqueado a Telmont el de la playa, un muchacho que medía alrededor de 6’ 5’’ y más de 250 libras, claro que no lo derribó con el gancho solamente, le dió más de 50 golpes de todo tipo . Entre jadeos y resortijones por las carcajadas, Jeve explicaba que Georgie parecía uno de los monitos que acompañaban a Tarzán en su travesía áerea de liana en liana. Los veteranos en la fila de atrás se miraban y apenas pudiendo contener la risa mientras se tapaban la boca. Ya la película no interesaba y sí cuántos golpes le propinarían al negro después de finalizada la misma.

Ya fuera del cine, el boxeador esperaba al atrevido para ajustar cuentas. Es entonces que los veteranos explican el por qué del comportamiento de su amigo. ¡ Como parte de una broma le habían puesto uno de los cartones de ácido en los limbers! . El ingerir una droga alucinante como ésa sin saberlo, puede ser una experiencia en verdad aterradora. El hombre ya tenía bastantes problemas, era desertor del ejército, estaba desempleado y más tarde que temprano, la policía militar vendría arrestarlo..encima de todo el campeón de guantes dorados se proponía romperle la cara.


El periódo de extásis y euforia terminó en la trastornada mente del limpiabotas para dar paso al temido viaje por los parajes mas negros y siniestros del subconciente, el llamado ‘’paniqueo’’, un miedo que cuentan es lo más parecido a la muerte. Gritaba que del pavimento salían cuchillos, puñales que le impedían caminar, en su paroxismo saltaba calle arriba y abajo como evitando el tener que pasar por encima de los cuchillos que decía ver. Saltaba y saltaba , gritando sin asomo de lucidez y la mirada cargada de desesperación que por favor sacaran aquellos cuchillos de la calle, que amenazantes surgían de cada centímetro del asfalto.

Quedamos de una pieza ante aquel comportamiento tan inusual y bizarro. La broma estuvo a punto de convertirse en tragedia, al llegar a su casa interpretó la vision de los cuchillos como una orden del más allá para que terminara de una vez por todas con su vida. A media noche su esposa tuvo que cortarle la soga.

A los pocos meses de viajar con LSD,el negro tuvo que hacer otro viaje. En esta ocasión unos agentes llegaron a llevárselo para que cumpliera con la responsabilidad que tenía con el Tío Sam en una selva apartada en Indochina. No quiso, prefirió que lo encarcelaran por un tiempo y cuando Nixon firmó la ammistía fue liberado. Quisiera decir que de regreso aprendió su lección, que todo cambió, que fue modelo para sus hijos, que jamás se metió en más líos por droga, pero nada de esto pasó. En la vida real los finales no siempre son felices o parecidos a las ficciones que a diario vemos en HBO y Cinemax.

Su vida entera estuvo inmersa en la ilusion de la droga, hasta que ya convertido en un hombre de mediana edad conoció a Cristo. Todos llegamos a creer que su vida cambiaría entonces. Se mantuvo entre la rigidez de los esquemas de una secta fundamentalista por varios años y por primera ocasión consiguió un trabajo en uno de los pocos fast foods del pueblo. Luego de cobrar su primer cheque en 53 años, su cadaver fue hallado en el pequeño cuarto rentado donde vivía. En sus manos una jeringuilla vacía… Es probable que escapemos de lo que nos rodea por unos instantes, pero de los demonios que llevamos adentro y que son los que permiten que nuestros errores se manifiesten para que podamos superarlos y crecer en el espíritu … de ésos jamas escaparemos… Aunque viajemos en la magia de las drogas sicodelicas, en la amargura obscura de la heroína , aunque viajemos fuera del cuerpo y de este mundo.
 
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Luis Edgardo Rivera Abadía
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