Niños de un padre imperfecto
No
había halito de vida en Tiamat cuando el planeta del cruce, Nibiru, comenzó a
acercarse. Era un ritual, un ciclo
eterno que se repitía cada 3,600 años. La enorme esfera roja trazaba una
elíptica órbita a través del cosmos y cada tres milenios se acercaba peligrosamente hasta el quinto
planeta del sistema solar. Con cada acercamiento una serie de cambios climáticos,
atmosféricos, geológicos se sucitaban en Tiamat. Cambios que trastocaban la
aparente la aparente estabilidad y silencio que parece matizar al paisaje de
ébano cósmico.
La
fuerzas gravitacionales del sol tiraron de Nibiru, el gigante rojo,
conduciéndolo hasta nuestro sistema solar en una violenta convulsión de
electromagnetismo y fuerzas G. El desenlace en esta ocasión fue de caracter
fatal, los mundos colisionaron con el efecto devastador y aniquilante de un
millón de misiles atómicos, siendo el mayor perjudicado Tiamat. Luego de
la colisión con Nibiru, el quinto planeta quedó fraccionado en dos, una parte
se extendió y fue a convertirse en un cinturón de asteroides. El pedazo
restante fue a ocupar una orbita que no le había sido asignada, la tercera
alrededor del sol, así nació el planeta Ki.
Trancurrieron
432,000 años, los habitantes de Niburu, el décimo planeta, sufrían por la
desintegración de su débil atmósfera, así como la reducción de su ciclo vital de
miles de años. Su planeta se había transformado en una desértica roca despoblada
de vegetación, recursos naturales y con una exigua cantidad de vida. Requerían
imperiosamente de oro monoatómico para su sobrevivencia física y la de su
esfera. Niburu y toda su simiente estaba expuesto al exterminio, una
civilización muy antigua y de vastos recursos tecnológicos con un pronóstico de
muerte cercana y sin soluciones para la misma.
Parte
de la realeza del décimo planeta, fue forzada a un exilio milenario con el
único fin de conseguir el preciado elemento, así fueron desplazándose hacia
distintos puntos de la galaxia, vagando de esfera en esfera, con la urgencia
que proporciona las ansias de supervivencia. !Hasta que recordaron el
planeta que en una ocasión había colisionado con ellos, Tiamat! Tal vez
allí pudieran conseguir el antídoto a los venenos que hacían languidecer su
atmósfera, la cura a su problema existencial, quizás después de tantos milenios
pudieran encontrar un oásis en la inmensidad avasallante del Universo.
Aterrizaron
en la exuberante esfera de azul aqua marina en que se había convertido la
fracción de Tiamat que sobrevivió, entonces fundaron Eridú. Eran altos,
atléticos, de cabellos blancos y miradas que recordaban el azul cobalto de los
cielos, hermosos y con una asombrosa inteligencia producto de millones de
años de evolución. No eran dioses, o deidades, no pertenecian a
ningún Olimpo griego o Panteón romano, mucho menos eran ángeles o espíritus.
Conocían de la envidia, la codicia, el odio, la ambición, la venganza; pero
también eran capaces de amar, demostrar empatía y misericordia, de
entregarse por completo a causas nobles y heróicas. Eran poseedores
de éstas y de otras virtudes positivas, que siempre han caracterizado a
los seres humanos.
Eran
descendientes de una antigua raza humana
procedente de la constelación de Lyra, cuna de la civilizaciones humanas
primigenias. El liderazgo de la misión en Ki estaba compuesto por
Ea, Enlil y Ninki, tres hermanos, vástagos del Rey de Nibiru, Anu.
La
extracción del oro físico del planeta azul Ki y su eventual conversión en oro
monoatómico se inició. Los ‘’que llegaron del cielo’’ trabajaron por
miles de años en los procesos de minería. Aunque poseían tecnologías
sofisticadas para estos menesteres y sus esperanzas de vida eran
altísimas, de miles de años, eran muy pocos, apenas alcanzaban un
centenar. Las arduas tareas a las que estuvieron sometidos comenzaron a
lacerar sus orgullos de descendientes de nobles y de las más altas jerarquía
Nibirunianas. Se hastiaron a morir de rasguñar, de romper las paredes en
las minas de oro, exhautos de un trabajo
que a todas luces era de esclavos. Los miembros de la expedición estaban
a punto de amotinarse, le urgían a los dirigentes una solución inmediata al
cansancio que les producía la angustiosa labor de minería. Aún
quedaban más de 3,000 años antes que el remanente de Tiamat pudiera cruzarse
con Nibiru en su punto más próximo y emprender una travesía de regreso y ser
sustituidos por nuevos elementos.
Ea,
tuvo una idea, tal vez la solución a sus problemas terminaría con la creación
de un ‘’ayudante’’, ‘’un trabajador primitivo’’. Su idea conllevaba el
sortear una serie de obstáculos éticos, politicos y de caracter
técnico. Nunca se había oído hablar de crear un ser practicamente de la
nada, ésto rompía con todos los esquemas existentes, supondría saltarse reglas
de caracter ético y moral establecidas hacia eones de tiempo por el Creador del
Todo.
La
urgencia de forjar el llamado ‘’ayudante’’ movió a los gobernantes de Niburu a
que se diera vía libre a Ea a concretizar su idea por medio de la ingeniería
genética. Ya existía desde hacía 300,00 años un ser homnimodo que se
paseaba entre los animales en las estepas del planeta Ki. El homnímodo
Neanderthal era la criatura ideal para establecer la fusión.
Ea,
convenció a su hermano Enlil quien era el director de la ‘’Misión en el planeta
Ki’’ para poder llevar a cabo su experimento de creación, pero hizo una
salvedad; que no se trataba de crear esclavos, ya que la esclavitud hacía miles
de años había sido abolida en su planeta, sino de crear un ‘’ayudante’’.
El experimento no pretendía crear un ser de la nada, potestad única del Creador
del Todo, sino favorecer, dar un empujón al proceso evolutivo sembrando la
simiente Anunaki en el Neanderthal nativo del planeta Ki.
Las
especulaciones, morales, éticas que se desprendían de la decisión asaltaban a
todos los involucrados en la gesta, qué pensaría el Creador Primordial de
este intento que significaba la continuación de la misión que salvaría a Nibiru
de una destrucción inminente.
Al
final a y a la postre Ea, Ninki, y Ningishzidda, hijo de Ea, comenzaron
con el proyecto. Se entremezcló una hebra del ser ya existente en Ki con
otra hebra del ADN Anunnaki. Un óvulo de madre Neanderthal fertilizado
con material genético, (medido en proporciones exactas con el propósito de
conferirle la imagen Annunaki, pero no todas las capacidades cognitivas y
siquícas y mucho menos los extensos ciclos de vida) para insertarlos en una
matriz Anunnaki.
El
vientre de Ninki, hermanastra de Ea, fue utilzado a estos fines. Dió a
luz, un varón sano, sin vello en el cuerpo, con todos sus sentidos en perfectas
condiciones, capacidad para hablar y se le dió el nombre de Adamu.
Posteriormente Ninki convocó a siete sanadoras Anunnaki para que aceptaran la
tarea de prestar sus matrices para albergar otros óvulos fecundados con
la misma técnica que había tenido éxito en ella.
Para
diversificar la nueva especie colocaron óvulos de hembras Neanderthales y
los fecundaron con la esencia genética del recién creado Adamu. Enlazando de esta
peculiar manera las esencias ‘’ de los que vinieron de los cielos’’ con la de
los nativos de la Tierra o Ki. Las Anunnaki concibieron siete ‘’trabajadores
‘’adicionales.
El
método era uno arduo, tedioso y lento para poder crear el ejército de ‘’trabajadores
primitivos’’ que la apremiante situación requería. Decidieron entonces
crear la contraparte femenina de Adamu, a la que después de concebida se le dió
el nombre de ‘’Tiamat’’ ( el mismo nombre de la Tierra primitiva antes de la
catástrofe de la colisión). Volvieron a cambiar las esencias Anunnaki
para ajustarlas a esta creación femenina ahora. Utilizaron para el nuevo
experimento la matriz de Ninti, esposa de Ea.
Continuaron
creando más hembras para que estas posteriormente se unieran en copula con los
varones ya creados y acelerar el proceso de la creación del ejército de
‘’trabajadores primitivos’’.
El
experimento en esta fase falló para desesperación de ‘’aquellos que vinieron
del cielo’’ Los trabajadores primitivos de nueva creación, eran esteriles,
no había reproducción entre ellos y sus contrapartes femeninas.
De
vuelta al laboratorio, volvieron a repasar los métodos y procesos
empleados en el enlace de las hebras y componentes genéticos. Vieron que
las esencias estaban organizadas en 22 ramas como en una especie de Árbol de la
Vida, pero no se incluían en las ramas del mismo la capacidad para la
procreación. Era como si se hubiese producido en el ADN del nuevo ser un
factor de rechazo. Una negación interna en los nuevos seres por multiplicarse,
que daba al traste con toda la operación montada.
La
presión en el grupo médico genetista comandado por Ea, aumentaba. Se
hacía urgente el que el trabajador primitivo se reprodujera en cantidades
mayores para continuar con la extracción del oro.
Qué
hacer ahora, después de tanto esfuerzo empleado y cuando Enlil, que había dado
el visto bueno a regañadientes , se enterara del estrepitoso fracaso del
proyecto de Ea
Ningishzidda,
el más brillante genetista y científico del grupo después de horas de extensa
búsqueda, investigación y experimentación, dió con la solución. Luego de
sumir en una profunda anestesia a Ea, Ninki, Adamu y Tiamat; extrajo de la
costilla de Ea y Ninki parte de su esencia vital. En la costilla de Adamu
injertó parte del ADN de Enki o Ea, y en la Costilla de Tiamat, la esencia
primordial de Ninki.
De
esta manera Ningishzidda, añadió dos ramas más al Árbol de la Vida, que
llevaban en sus adentros las fuerzas de la procreación. Una especie de
implante biogenético que impedía el rechazo inmunitario que corría en el
mensaje genético de la recién creada raza de ‘’ayudantes primitivos’’
A
partir de la incorporación del implante biogenético, Tiamat y Adamu fueron
concientes, él de su virilidad y ella de su femineidad, concientes de su
desnudez y de una extraña alquimia que los arrastraba a estar el uno muy unido
al otro, entrelazados a una fuerza que otrora no conocían.
Enlil,
quedó horrorizado y consternado con la noticia, creyó que se había provisto a
estos nuevos seres de las últimas porciones de la ‘’esencia vital’’
Anunnaki. Pensaba que se les había concedido por medio del implante
biogenetico del hijo de Enki, los ciclos vitales, los cuales le conferirían a
los nuevos seres miles de años de vida. Comenzó por sentir un odio
profundo por aquel ser que hasta hace pocos cientos de años, corría desnudo por
las estepas de la Tierra. El Nuevo ser viviría miles de años, tendría la
facultad de autocuración y de auto regeneración, sería a imagen y semejanza de
él. La angustiosa vibración del miedo comenzó a llenar cada molécula en
su ser, tenía que poner remedio a aquella locura
Fue
entonces que Enlil, medio hermano de Enki o Ea, que desde un principio estaba
un tanto inseguro con todo el proyecto homo sapiens sapiens, ordenó por decreto
que Adamu y Tiamat fueran expulsados de su lugar de privilegio en Edin. Lugar
en el que se les había ubicado para ser y permanecer como moldes perfectos de
la creación humana, sólo dedicados a la procreación. Fueron exiliados
hasta llegar a las arduas labores de minería y extracción de oro, a donde eran enviados
todos los seres de reciente creación, al Absu.
Adamu
y Tiamat tuvieron tres hijos y no eran ellos los únicos que procreaban.
Enki tambien tuvo descendencia en el planeta ; encontrando dos hembras
terrestres de gran atractivo tiene un hijo con cada una de ellas, Adapa y
Titi. Adapa un ser humano dotado de gran inteligencia se convierte en el
primer hombre civilizado. Adapa y su hermana Titi se emparejan y tienen a
su vez dos hijos; Kain y Abael. Enki procrea un hijo adicional con otra
terrestre al que ponen por nombre Ziusudra.
Nibiru
vuelve a acercarse peligrosamente a la orbita terrestre creando una serie
de inestabilidades atmosféricas y geofísicas las cuales preludian el fin
de la estadía Anunnaki. La orbita de Niburu de 3,600 años terrestres alrededor
del sol pondrá al gigante rojo en su punto de mayor proximidad con la
Tierra, lo que facilitará a los hijos de Anu de tomar un atajo por virtud de un agujero de gusano hasta
su planeta natal. Enlil decreta el final de la Misión en la Tierra, una
inundación de proporciones catastróficas se avecina sobre la Tierra provocada
por la cercanía de Niburu en su ruta hasta nuestro sistema solar.
Enlil aprovechando la catástrofe que se avecina, hace jurar al remanente real
Anunnaki sobre la Tierra, que bajo ningún concepto salvarán a la humanidad
creada por el proyecto de Enki.
Las
entrañas de Enki se conmueven, su corazón se duele por la humanidad ajena al
peligro que se adviene.Queda muy claro en su alma, que debe salvar de alguna
manera al ser que por milenios trabajó para él y del que algunos llevan su
propia sangre y herencia real Anunnaki.
Avisa
a uno de sus hijos, Ziusudra de la hecatombe futura. Le dá instrucciones claras y precisas de cómo construir una enorme
barcaza y de incorporar algunos animales pequeños en la misma. Las
esencias del ADN de otros mamíferos así como de diversas clases de vida vegetal
ya habían sido extraídas y conservadas por Enki para repoblar la Tierra después
de la terrible inundación.
De
esta manera Ziusudra, así como algunos descedientes de Kaín que fuera
desterrado del Edin después del asesinato de su hermano sobreviven a la
hecatombe.
Los
que ‘’vinieron del cielo’’ se marchan nuevamente a Nibiru, dejando un vacío en
la humanidad ya esparcida por todos los rincones del pequeño planeta. Por
doquier se escucha su clamor con plegarias siempre dirigidas al cielo,
constantemente al cielo, haciéndose la pregunta ‘’Dónde estará mi
señor y maestro, que será de mi ahora que no tengo su consejo útil cerca de mi
corazón’’
|