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La patria chica
Todos necesitamos un punto de partida, un punto de referencia al cual podamos acudir cuando se nos acaben los sueños y la nostalgia en complicidad con la tristeza nos reclamen volver a nuestros orígenes y raíces.
Un punto de partida al cual referirnos cuando tengamos esa imperiosa necesidad de desempolvar los antiguos sueños con los que conformamos el esquema de lo que ha sido nuestra vida y develemos la realidad de nuestro ser sin adornos o artificios de clase alguna.
Idealizamos ese lugar aunque esté ordenado por dos hileras de casas de madera madera techadas con zinc y una complicada telaraña de cables de tendido eléctrico en diagonales, secantes y perpendiculares hilvanados a una fila de postes con pose de borracho. Añoramos ese punto de partida, esa negra y enorme alfombra de brea ardiente que convertida en la arteria principal de nuestra existencia, nos conecta a otros caminos y senderos en la vida.
La Patria Chica es ese punto geométrico donde todo comienza a tomar forma y consistencia. Cuando de patria me hablan no recuerdo los palmares, las blancas arenas o los extensos y verdes valles a los que nuestros compositores más ilustres cantan. No vienen a mi encuentro ideas estereotipadas o leídas en algún libro escrito por Hostos, Betances, De Diego o Marín.
La patria es la añoranza por el coro de voces, sonidos, formas y colores que dan personalidad a mi lugar de origen. La Patria chica en ocasiones emana del recuerdo de la flauta de algún chico practicando para la clase de música de Mrs Cruz de Lugo, o el ensayo de la banda de Don Paco Duclerc. Patria más bien es la algazara de algunos niños de edad prescolar haciendo fila en la ventana de Dona Miní para comprar limbers. el olor a bacalaitos fritos que salía de la casa de Virginia Morales, la nube de pintura de distintos matices emergente del taller de hojalatería de José Maldonado. Es la expectación porque Dorcas y Ney participarían en el programa Teenagers Matiné. El concepto patria es la sana envidia por los que en mi calle podian salir en las noches de bohemia a los bailes en el Marianas y el Real Palmas, La Patria Chica es la iglesia de Mano Mon Cordero con su prédica sana y de consuelo salpicada de glosolalia y aleluyas. Incluyamos tambien las serenatas de Carlos Carlo en el balcón de Noelia Salcedo y el juego de topos en medio de la calle con Sorolo y Juan Gato como figuras pricipales.
Esa herida abierta en algún lugar de mi espíritu y a donde regresan los recuerdos en tropel...es la calle Quiñones
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Luis Edgardo Rivera Abadía
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