Luis E. Rivera Abadía
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Los 800 metros 52 veces


Estaba ansioso porque todo terminara rápidamente, la detonación puso en estado de alerta sus instituciones bio- físicas y existenciales.  Corría como si en ello le fuera la vida.  Los otros cinco que le acompañaban  respondieron al disparo con el mismo ímpetu. La algarabía aumentaba en forma exponencial por la eventualidad  y el preadolescente tristemente solo y asustado trató de acelerar la marcha con el disparo aún fresco en el alma .  El instante transcurría de modo surrealista, muy despacio, en cámara lenta,  la sucesión de imágenes en cuadros, como cuando el viejo proyector de 35mm en el cine de Don Gabriel se averíaba. La quema del glucógeno en los músculos  dió paso a un torrente de ácido láctico y pirúvico, a una oleada de ardor invadiendo gluteos, cuadriceps y pantorrillas, porque después de aquel disparo sólo quedaba una cosa, sufrir y correr.  Escuchó una voz muy lejana que le gritaba, ___¡Hey chamaquito, ya van por la segunda vuelta, pásate al primer carril, que ahora es pista libre! El asustadizo chico ni siquiera entendia bien las reglas del evento.  El capítulo se cerraría luego de transcurridos dos angustiosos, eternos y tortuosos  minutos y cinco chicas con las minifaldas abajo y el himen intacto.

El desfile con la carroza de la Reina del Field Day de las escuelas, José Ortiz Guzmán y Rafael Rocca en el año 1966 hizo su incursión al Adolfo Hani Carrillo. Las gradas estaban atestadas de fanáticos y estudiantes, una soga alrededor de los postes del parque  separaba a la muchedumbre espectante de los atletas escolares. Bajo la sombra de la caseta del parque Marcelo el piraguero y su carrito multicolor, Concho y su carreta de dulces, el aroma de unos bacalaitos fritos seduciendo los estómagos vacios.   El papel crepé de diversos matices añadía  color a los cuerpos, los vehículos , (bicicletas, caballos, calesas) y a los carteles alusivos al evento deportivo más concurrido en nuestra sociedad naguabeña de aquella época.

Miss Baraja, Miss Dominó, los boxeadores ( además de los cuatros que cargaban el ring de sogas), los peloteros, las indias e indios( por supuesto americanos, no taínos), las batuteras, Diplo;  todos  detrás de la Banda Escolar de Mr. Benjamín que marchaba al son del redoblante de Pedro Caobo, y un centenar de estudiantes, ondeando banderas de papel crepé y pencas de palma coreando algo que decía ‘’Ese gallo que no canta algo tiene en la garganta, ese gallo que cantó de nosotros se copió’’

____¿Cuántas, cuántas, cuántas veces voy a decirte, que debes despegarte de la soga?, así clamaba Juan Hernández Hernández, el narrador y locutor oficial de las competencias. El caballero en cuestión era  también artista gráfico y rotulista. Líder receativo sin paga que organizaba torneos de baloncesto, en los cuales la mayoria de los baloncelistas del pueblo se desarrollaron.  Autor de una legendaria frase, que aún 44 años después, todos en el pueblo recuerdan… ‘’Ahora las ventanas de mi casa son Miamis’’.  Ni se les ocurra que explique, qué puñetas quería decir con eso, porque por cierto no sé tres carajos de la cuestión.

El multicolor carnaval deportivo comenzaba con las competencias más ardientes que ud. pueda imaginar en la parte más alejada a las graderías.   Allá en el centro field, sí, allá donde estaba el pino hueco; en el cual todos querían apestillarse, allá en lontananza con los atletas de la jodedera en  los Pinos.

Había competencias de cannabis envuelta  en los consabidos papeles de  ‘’Sobrinos de Abad Santoja’’…(aromático),  galones y más galones de vino el Pavo, Manichewitz, algún loco trajo un poco de Hachis, una pipa con cuatro mangas, un saco de ácido de escama, Rulers, Roches, hongos, amapolas para el té de campana y un chin de Chocofán, ¿perico?...no..éramos locos pero no tanto.  Encendieron más el ambiente con un rumbón de puta madre, con timbales, cencerros, palitos, congas , bongos y tumbadoras. Coreaban, los guaguancós de Maelo, de Cheo , de Chamaco, de Gulembo. Bailaban, sudaban,  daban porrras a sus atletas y besaban con frucción y  dopamina a sus novias con besos sabor a vino,  nicotina y cannabis sativa.

 

Las competencias más aburridas fueron todo un éxito, Pedro Caobo volvió a ganar los 100 metros lisos y el que llegó en segundo lugar, Fernando el de la Playa, por poco se ahorca con la soga alrededor de los postes, al no poder detenerse a tiempo al final de los 100 metros.  Tarzán, el de Mariana triunfó en la pértiga con un salto de 9’ 9’’, no sin antes partirse un brazo en el último intento.  Medina, el que más tarde se convirtiera en sargento de la policía fue el amo absoluto en los 400 metros.  Unos corrían descalzos y los elites con zapatillas de clavos de pulgada y media, no había pantalones atléticos, bultos, sudaderas o bloques de arranque Adidas, Pumas o Nike. Competian en trajes de baño muy ceñidos. Los 800 metros fueron para el boxeador Vitín Nieves con tiempo de 2 minutos con 12 segundos, el segundo lugar para su hermano Georgie( Blacky), … (no rindió carrera un nene de séptimo grado, que abandonó la misma después de recorridos 600 metros).  A los ganadores, se les premiaba con unas cintas de tela satinada, rematadas por un cartón dorado, plateado o color cobre.

El sol comenzaba a huir entre la arboleda de pinos para descansar de la faena del  extenuante día al gélido amparo del Yunque. El día en general, tuvo un saldo positivo , salvo una que otra eventualidad. Una pelea de Luis Molina con las Avispas de la Playa, en la cual tuvo que utilizar todas sus destrezas de karateka para salvar el pellejo , ya que las chicas eran altas, fuertes y peleaban como hombres.  Los del rumbón arrastraban los instrumentos y tropezaban con ellos mientras se dirigian hacia el rio Santiago a tratar de amainar en algo el atracón de etanol y psicotrópicos. El suelo tapizado por una alfombra de papel crepé, roja, azul y verde, ''cookers'', fósforos, cigarrillos, grillas de los siriguayos, galones vacios de vino barato, trabajo para el único empleado de mantenimiento del parque, Arturo Cordero padre.


Miss Baraja, Miss Dominó y tres de las batuteras estuvieron a punto de perder la virginidad, a manos de sus novios atletas de los Pinos.  Se salvaron, o se fastidiaron (todavía no lo sé) por virtud del pre adolescente de séptimo grado, pantalón corto verde; el que después de abandonar el evento de pista en el que participaba, por verguenza, se escondió detrás de los pinos frustrando la gesta sexual de los osados atletas de la jodedera con su inusitada y entrometida aparición.

La pesadilla de los 800 metros y las jevas con las minifaldas abajo persiguió al jovencito por muchos años.  

Una madrugada de diciembre de 1986, decidió poner fin a esos 20 años de verguenza .  Se inscribió en un evento de fondo  en Ponce durante las fiestas en honor a la Virgen de Guadalupe. En esa competencia debía correr los 800 metros nuevamente.  En esta ocasión, no hubo abandono. El tiempo final del otrora fracasado corredor de escuela intermedia fue de 3 horas, 10 minutos y algunos segundos. Bueno, se tardó unos minutitos más porque corrió los 800 metros 52 veces, que es lo mismo que 26 millas, 42 kilómetros, 310 minutos o 18,600 segundos de carrera.  Además de eso, se aseguró en pasar los primeros 800 metros del maratón en 2 minutos con 11 segundos, para sacarse la espinita completamente del sistema. 

La lección que se desprende de todo el asunto es sencilla…’’jamás dejes nada en la vida sin terminar'', no sea que luego tengas que repetir el examen cincuentidós veces.  Llegamos a este mundo con la encomienda de efectuar una serie de tareas, que por más triviales que puedan parecernos, nos ayudarán a fortalecer nuestro carácter y espíritu. El no llevarlas a feliz término o al menos morir en el intento, supondrá una vida de frustraciones y  de vivir  con esa sensación de que algo nos falta.  Ese mismo día el joven conquistó una victoria importante en su vida, vencerse a si mismo, a los temores del ego, a la laxitud, a la irresponsabilidad, a la dejadez.  Cada pequeña batalla que ganamos en esta vida nos acerca más a la evolución del espíritu que tanto anhelamos... somos la suma de un puñado de aciertos  y un sinnúmero de fracasos.

¿Qué cómo resolvió el dilema de las jevas con las minifaldas abajo?

¡Por favor gente, esas son cosas, que no se preguntan!

©opy®ight
septiembre 2010
Luis Edgardo Rivera Abadia


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